Solo sé que desaprendo
lo que había aprendido
cuando mi escuela era
la cocina de mi piso.
Las patatas se me traban
en el corte más sencillo
y les arranco la piel
con la punta del cuchillo.
Así dejo los cachelos
más pelados y sencillos
para horror del que me mira
creyéndose un hombre listo.
Cuando toca mayonesa
no sé empezar el lío
y me arranco con aceite,
vinagre y pimienta fina.
Con la varilla remuevo
hasta dejarla muy líquida
una vez que pongo yema
quitándole la clarita.
Dice el hombre que controla
que no es mayonesa de libro.
No me importa, señorito,
lo que importa es el brío.
Yo soy la que pone el traje
de jefa en su paraíso
como este que ahora llevo
con botones oro líquido.
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