1
Tu paraíso es un palomar
de aves que alzan las plumas
sobre tu hogar.
Sales a verlas volar.
Les silbas. Vienen.
La más traviesa se enreda
en el único árbol que dejó
plantado una dueña.
Las palomas sumisas
se suben a tus piernas
y acarician con sus picos
la tela del vaquero.
Eres el dueño de las
palomas mensajeras
que dejan blancos mensajes
en los jardines de hierba.
Dueño de un universo
de alas que revolotean prados
y planean sobre el campo
plantado con maíz
sin comer los granos.
2
Quise soñar contigo
sin soñar tus sueños.
Intenté sumar tus palomas
a mi mundo de retos.
Casi aún lo intento,
pero no, casi no,
casi no puedo,
porque creer en ti
me cuesta.
¿Por qué fastidiaste
mi sueño de soñar juntos
nuestros sueños?
Yo quise soñar contigo
mis sueños de alas
libres de ataduras
y quise que soñaras conmigo
tu sueño de palomas de alas
blancas blanquísimas.
3
Ni siquiera intentas regresar
y volver a intentar el vuelo.
¿Y si lo intentara yo?
No, no puedo.
Necesito un empujón
ahora que tengo el nido roto
y me falta el calor
de un abrazo de madre.
¿Por qué no me propones
un vuelo cortito?
Yo sólo quiero volar
fuera del gallinero
donde los gallos pican.
Quiero salir dejando
a tus palomas en el nido,
e irme, lejos, sí, irme.
4
Me imagino siendo
tu paloma traviesa,
llevando los mensajes
a los de la escopeta.
Te imagino triste
al verme con los verdes.
Siento que estoy fallando
en ser la mensajera.
Te imagino atado
entre un verde y una verde,
diciendo, señoría,
yo nunca he delinquido.
Imagino tu cara
al ver el calabozo.
Jurarías no haber
conocido el Norte.
Vendría la sentencia
con pena de prisiones.
¡Qué malo es el mundo!,
lo dijo Aristóteles.
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