Encerrada en casa y en silencio
con las manos atadas al ordenador
y la cabeza en clara decadencia.
Así me ves.
Yo me veo libre como el viento,
una paloma que vuela sin ser
el Espíritu Santo de un Supremo.
Así me siento.
No quiero ataduras ni encierros
en una casa atada a la pobreza
que me pesa como una tristeza.
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MERIENDAS QUE QUITAN LA DEPRESIÓN
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