Se enamoró cuando le dijo
que era un rentista
de tierras sin fin
en el horizonte
color rojo añil.
Aquel hombre era
el príncipe que querría
la Bella Durmiente
para despertar
con un brusco beso
del sueño eterno.
Bésame, le dijo,
y le dio un beso
que sabía a whisky
y olía a aliento.
Aflojó el abrazo
borracha de miedo.
¿Eres tú rentista?
Sí, mi amor, yo tengo
el ingreso mínimo
que da el Gobierno.
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