Un día me levanté deprimida
sin saber si era la misma
que en el espejo sonreía
por pura monotonía.
Le dije al lápiz de labios:
¡píntame sonrisas!,
y dejé que trazara
unas comisuras
de pobre Mona Lisa.
Debajo de las cejas
puse las sombras
de todos los días.
Colgué las pestañas postizas.
Tracé unas cejas idénticas
a las de París Hilton.
¿Por qué la depresión seguía
debajo de la sonrisa pintada?
Tuve que leer un libro para
encontrar respuesta
en la Filosofía.
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